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Mostrando las entradas de 2014

Ficciones urbanas

Cuando estuvo al tanto, imaginó que esta vida era una prolongación de sus amarguras y lamentó el descuido. El resultado: un ser macrocéfalo de huesos endebles y deformados, con enormes  ojos y oscura piel. Tras una infinidad de costalazos, este aborto fallido, a los diecisiete meses pudo poner sus arqueados huesos a andar, obtener la primera cicatriz de guerra,  sentir la inicial e inevitable quemadura y llorar sin consuelo por esa marcha atrás que lo hizo colisionar con un metro cuadrado de cactus. “Las espinas se aflojan con aceite de comer” le dijo, y aplicó con un algodón el tratamiento ancestral de las familias chilenas, para retirar las púas y que el ser macrocéfalo dejase de proferir sus agudos chillidos y agitar sus brazos como un pulpo. Creció, con el tiempo se fue volviendo agraciadito, eufemismo que utilizan las viejas cuando no quieren reconocer lo horripilante de sus retoños. Y elocuente, como el abuelo, que podía ocultar sus amoríos por medio de la brillant...

Andrómaca

407 ( La Ilíada) —¡Desgraciado! Tu valor te perderá. No te apiades del tierno infante ni de mí, infortunada, que pronto seré viuda; pues los aqueos te acometerán todos a una y acabarán contigo. Preferible sería que, al perderte, la tierra me tragara, porque si mueres no habrá consuelo para mí, sino pesares; que ya no tengo padre ni venerable madre. A mi padre matóle el divino Aquileo cuando tomó la populosa ciudad de los cilicios, Tebas, la de altas puertas: dio muerte a Etión, y sin despojarle, por el religioso temor que le entró en el ánimo, quemó el cadáver con las labradas armas y le erigió un túmulo, a cuyo alrededor plantaron álamos las ninfas Oréades, hijas de Zeus, que lleva la égida. Mis siete hermanos, que habitaban en el palacio, descendieron al Hades el mismo día; pues a todos los mató el divino Aquileo, el de los pies ligeros, entre los bueyes de tornátiles patas y las cándidas ovejas. A mi madre, que reinaba al pie del selvoso Placo, trájola aquél ...