Es el de Puntero Izquierdo el peor de los tres comentarios que me ha tocado hacer. Podemos leer la esencia del fútbol, el deporte que mueve a las masas, pero que no me revoluciona lo suficiente como para alucinar dentro de esa "pasión de multitudes". Es más, creo que la única vez que intenté practicarlo, estaba en medio del pasto de la plaza Halley, con una caja de vino en la mano, mientras la redondez de esa bola bicolor se alejaba por mi lado y me sumía cada vez más en los efectos del alcoholismo y el Thc. Resultado ¿20-0?, la verdad es que sólo recuerdo que nos ganaron por paliza y que el cartonet zorriñon sabía bastante mal.
Como casi todo en el mundo, de norte a sur y de este a oeste, esta fiebre masiva es controlada por unos pocos que pasan por alto las buenas prácticas deportivas en favor de los triunfos arreglados. El joven aficionado de gran espírtu y talento sobrenatura participa de un pequeño club de barrio, proviene de una clase social marginada de oportunidades y sueña con un futuro promisorio para él y su familia.
En las grandes lides del deporte ¿universal? existe una corrupción convencional, aceptada, validada por los futbolistas profesionales, dirigentes y demases. Nuestro héroe de los pastos latinoamericanos, aún libre de estas malas prácticas deportivas, a pesar de haber sido testigo de numerosas grescas en el césped, es instado a simular la derrota premeditada a cambio de un incentivo económico. Cuestiona el asunto, pero acepta queriendo abrazar un mejor porvenir. Movido por su ímpetu y orgullo, hastiado de los reproches de su seboso técnico que lo insulta desde el banquillo por este mal juego, logra anotar y tiene sus cinco minutos de gloria junto al equipo, antes de su hora fatal. Será empalado sepultado por su tremenda ingenuidad al haber derrotado a un equipo grande, de esos que cuestan caro.
Finalmente, los secuaces del plantel rival lo muelen a piñas y tortazos ( en buen chileno: le sacan la conchesumare) tan duro que termina varios meses en el hospital, cuidado por una bella enfermera. Ahí queda: sin trabajo, sin fútbol, sin plata, sin esperanzas concretadas. Sólo cuenta con intentar laborar para vivir, o bien , vivir para trabajar.
La mayor parte de nuestras vidas intentamos actuar de manera honesta, hasta que nos vemos enfrentados a los grandes poderes que arrasan con nuestra nobleza e ilusión. Sin embargo, debemos levantarnos, mirar hacia el frente y continuar la marcha con dignidad. Siempre es mejor ir hacia la izquierda que la derecha. Siempre, pero siempre para algunos, es propicio demostrar erudición: si hubiese relacionado todo esto con el primer párrafo de Nuestra América, tal vez no tendría un 5.5 de parte de Monti, que en este momento se encuentra en la vereda de los poderosos, mientras yo soy una alumna más.
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