
Fauces de concreto devorando automóviles, mares tempestuosos pescando en sus redes mujeres y hombres de la costa, cristales estrellándose contra el sueño de Chile, ríos de sangre despertando entre ladrillos, fierros retorcidos por la furia de la tierra, barcos surfeando sobre los tejados, segundos arrebatando horas, meses y años vividos.
El sol se asoma entre los escombros de las ciudades, calcinando tumbas de concreto sin lápida, la sed agota a los sobrevivientes en los pueblos, perros vagando en busca de la mano de su dueño. Ñiños llorando a la espera de los padres, teléfonos enmudecidos y empapados por el llanto. La naturaleza se carcajea y nos retuerce las muñecas. Nigún dios se asoma ante la desgracia, los olimpos varios están muy atareados emitiendo vales para recobrar la fe.
¡No te escondas! Los cuervos se dejan caer, se abalanzan contra los despojos humanos, arrebatándoles la poca dignidad que conservan, entran en las moradas rapiñando los últimos bienes. Otros extraen ojos, plasmas, dvd's, portan en sus alas bombas incendiarias, calcinan toda pista hacia ellos. Elevan vuelo antes del alba, para dejarse caer con más ahínco en el siguiente ocaso. Ya llegan los soldaditos de plomo, los que laboran una vez al año.
Eneregúmenos gritando a chivos expiatorios, profetas póstumos por doquier, payasos carcajeando en una tragedia, luchadores del morbo por la historia más triste, cuestionando interrogantes vanas, ¿Cómo está? ¿Cómo le va? ¿Se ha muerto su mamá? Por favor pase usted, no faltaba más, que mi sueldo se forja de hacerla llorar. Mujercitas cacareando como aconteció en su loft, ¿Se posterga el avance de temporada del mall?
Un coro de voces ahogadas clamando ser oídas, plorando por un puñadito de oyentes atentos, espaldas entumidas, lenguas deshidratadas, pechos secos, colgajos de niños. Manos agrietadas, uñas grises de cavar y cavar. Zombies de lo urbano, reclamando a la tierra, arrebatándole al tiempo lo que va sepultando. Campesinos mudos en busca de respuesta, pescadores sordos del eco del adiós.
El sol se asoma entre los escombros de las ciudades, calcinando tumbas de concreto sin lápida, la sed agota a los sobrevivientes en los pueblos, perros vagando en busca de la mano de su dueño. Ñiños llorando a la espera de los padres, teléfonos enmudecidos y empapados por el llanto. La naturaleza se carcajea y nos retuerce las muñecas. Nigún dios se asoma ante la desgracia, los olimpos varios están muy atareados emitiendo vales para recobrar la fe.
¡No te escondas! Los cuervos se dejan caer, se abalanzan contra los despojos humanos, arrebatándoles la poca dignidad que conservan, entran en las moradas rapiñando los últimos bienes. Otros extraen ojos, plasmas, dvd's, portan en sus alas bombas incendiarias, calcinan toda pista hacia ellos. Elevan vuelo antes del alba, para dejarse caer con más ahínco en el siguiente ocaso. Ya llegan los soldaditos de plomo, los que laboran una vez al año.
Eneregúmenos gritando a chivos expiatorios, profetas póstumos por doquier, payasos carcajeando en una tragedia, luchadores del morbo por la historia más triste, cuestionando interrogantes vanas, ¿Cómo está? ¿Cómo le va? ¿Se ha muerto su mamá? Por favor pase usted, no faltaba más, que mi sueldo se forja de hacerla llorar. Mujercitas cacareando como aconteció en su loft, ¿Se posterga el avance de temporada del mall?
Un coro de voces ahogadas clamando ser oídas, plorando por un puñadito de oyentes atentos, espaldas entumidas, lenguas deshidratadas, pechos secos, colgajos de niños. Manos agrietadas, uñas grises de cavar y cavar. Zombies de lo urbano, reclamando a la tierra, arrebatándole al tiempo lo que va sepultando. Campesinos mudos en busca de respuesta, pescadores sordos del eco del adiós.
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