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Mostrando las entradas de mayo, 2014

Ficciones urbanas

Cuando estuvo al tanto, imaginó que esta vida era una prolongación de sus amarguras y lamentó el descuido. El resultado: un ser macrocéfalo de huesos endebles y deformados, con enormes  ojos y oscura piel. Tras una infinidad de costalazos, este aborto fallido, a los diecisiete meses pudo poner sus arqueados huesos a andar, obtener la primera cicatriz de guerra,  sentir la inicial e inevitable quemadura y llorar sin consuelo por esa marcha atrás que lo hizo colisionar con un metro cuadrado de cactus. “Las espinas se aflojan con aceite de comer” le dijo, y aplicó con un algodón el tratamiento ancestral de las familias chilenas, para retirar las púas y que el ser macrocéfalo dejase de proferir sus agudos chillidos y agitar sus brazos como un pulpo. Creció, con el tiempo se fue volviendo agraciadito, eufemismo que utilizan las viejas cuando no quieren reconocer lo horripilante de sus retoños. Y elocuente, como el abuelo, que podía ocultar sus amoríos por medio de la brillant...