Cuando lo conocí a Martín siempre supe que no creía en los dioses de Argentinópolis y que jamás podría corromper a la juventud con su discurso, por la simple razón de que ya está podrida desde mucho antes. He aquí mi defensa. El día que los ancianos lo señalaron con el dedo, cuando los perros lo babearon en el suelo, yo estuve allí: observando y aprendiendo de su entereza frente a esa manga de seres abyectos que conspiraban en su contra. Cuando me dijo que la solución a todo mal era la soledad creí que estaba rematadamente loco, pero no, es lo más cuerdo que he leído en estos últimos diez minutos de mi vida. Cuando se volvió mono para demostrarnos la involución humana me apreté la guata riendo como una hora. Así es Martín Mate Arienti o Bernardo, o como se llame, o como se haga llamar desde su llegada al cibermundo. No lo condenen, ni lo juzguen, al primero que le ponga un piedrazo les juro que cruzo la cordillera corriendo a defenderlo. Si quieren lo pueden leer o al menos hacer com...
PLAGIANDO,CORTANDO Y PEGANDO LA COTIDIANEIDAD DE LA VIDA